«La Eucaristía, infunde en el corazón del hombre y la mujer una nueva energía -el amor sobrenatural-, refuerza, encauza y purifica el afecto humano, haciéndolo más sólido y más auténtico. Cuando tiene a Dios en su pecho, todo ser humano queda armonizado en sí mismo… En el sacramento divino, el Señor está sumido en el silencio para esucharnos».